lunes, 28 de septiembre de 2009

BULGARIA CON LOS CINCO SENTIDOS

Navarra, Euskadi, La Rioja,... la verdad es que no recuerdo qué Comunidad Autónoma tenía un anuncio de TV con el slogan... con los cinco sentidos”. El caso es que el otro día, cuando salía de casa, reflexioné sobre ello. Me di cuenta de que, hasta el momento, he hablado de lo decadente que es Gorna Oryahovitsa (la VISTA), de lo complicado que es el búlgaro (el OÍDO), de lo bien que estoy comiendo (el GUSTO) y de que no hace tanto frío como dicen (el TACTO). ¿Y qué pasa con el OLFATO?

He llegado, incluso, a la conclusión de que el olfato es el 'sentido olvidado' puesto que siempre está ahí, pero nunca reparamos en él. Y no hace falta irse hasta una comarca del norte de Bulgaria para darse cuenta de que todos los pueblos y ciudades tienen su olor particular: Córdoba y Jaén huelen a aceite de oliva, Almería huele a mar Mediterráneo, Sevilla huele a cáncer de pulmón y El Ejido a melón podrido...
Así pues, el sábado por la tarde por fin me digné a pasear por G. Oryahovitsa... Antes de seguir, quiero aclarar una cosa: siempre abrevio la G. de 'Gorna' en lugar de abreviar o eliminar 'Oryahovitsa' (que sería lo más lógico) porque así es como lo hacen los búlgaros. Incluso, cuando hablan rápido, dicen algo parecido a “Gó-oryahovitsa”.

Dicho esto, retomo: el sábado por la tarde salí a pasear por las calles de G. Oryahovitsa. No es una ciudad tan pequeña. Es cierto que no llega a los 40.000 habitantes, pero también es cierto que predominan las casas unifamiliares, lo cual la hace muy extensa. La abundancia de éste tipo de construcciones y la anarquía en la ordenación urbana, hacen que G. Oryahovitsa se debata entre la ciudad y el campo (mucho más que entre el pueblo y la ciudad). Yo vivo en el centro, cerca de la famosa plaza que sale en todas las postales de Gorna Oryahovitsa. Pero esa privilegiada ubicación no me priva del olor a leña que se asoma a menudo por mi ventana. No mucho más lejos se encuentra la calle Nikola Petrov. En ella está el colegio donde trabaja mi asociación y, justo en frente, la biblioteca (y casa de la cultura) donde se imparten los talleres de teatro. A medida que subes la calle, la ciudad se transforma en campo y se empieza a notar un olor como a higo chumbo.

Nunca he sido un gran amante de la flora, así que no sabría decir cuál es el fruto de los inmensos árboles de la calle Nikola Petrov. Quizá sean autóctonos de esta verde Bulgaria. Por otro lado, lo que sí reconozco enseguida es el aroma de las parras que tanto abundan en las casitas de la zona. Antes de llegar a ellas, se asoma un edificio de oficinas entre las cuales está “Youth Tolerance”: mi asociación de acogida. A veces, desde su tercera planta llego a oler las patatas o los pimientos rojos que el vecino está asando en su jardín.

Y es que, Gorna es así : entre la ciudad y el campo. Lo comentaba con Anna y Marga cuando íbamos camino del monte que separa a ésta localidad de la vecina Veliko Tarnovo. There's no difference!! Al llegar donde G. Oryahovitsa pierde su nombre -cerca del frondoso bosque- decidimos dejar la excursión para otro día, pues se nos iba a hacer de noche. Y, entre ese intenso olor a verde -que tanto añoro como almeriense de secano- caminamos hasta la pequeña ciudad volviendo a cruzar calles, caminos, casas, edificios, avenidas, descampados,...

viernes, 25 de septiembre de 2009

PROHIBIDO MOVER LA CABEZA


Desde que me concedieron la beca para irme a Bulgaria he estado recopilando información sobre el país. Unos de los primeros sitios web donde fui a parar fue Portalbulgaria.com. En él leí que los búlgaros afirman moviendo la cabeza de izquierda a derecha, y niegan moviendo la cabeza de arriba a abajo... Vamos, justamente lo contrario que en la Europa Occidental. Aún así, debe ser una costumbre muy exclusiva del país de Hristo Stoichkov, puesto que parecen conocer bien que éste aspecto les diferencia y, como debe de ser, están orgullosos de ello.

En las siguientes líneas me voy a encargar de mitificar y desmitificar lo no mucho que conocemos de Bulgaria. Para empezar, y ya que he mencionado al ex-jugador del Barça (para la mayoría, la única celebridad búlgara conocida) corroboraré que es casi un héroe nacional. En mi largo viaje en tren desde Sofía hasta Gorna Oryahovitsa compartí cabina (si, cabina: los trenes búlgaros parecen de principios del s. XX) con un lugareño amante del fútbol. Aficionado al Levski Sofia (pese a que Stoichkov jugaba en el CSK) me confesó su simpatía por el F.C. Barcelona y su admiración a Fernando Torres. Por no hablar de su inmediata reseña a la U.D. Almería cuando le dije que venía de ésta -yo pensaba que- desconocida provincia del sureste español. “Hristo is a great man”, me decía orgulloso con su escaso nivel de inglés.

Antes de ésto, aterricé en el aeropuerto de Sofia cuando los relojes búlgaros marcaban las ocho y media pasada (unos veinte minutos de retraso según lo previsto), y después de disfrutar de las espectaculares vistas aéreas de la península itálica y de los Balcanes (sin olvidar las de la propia ciudad de Sofia). Allí me esperaba, con el cartelito de Jose A. Rueda entre sus manos, una bellísima morena gafa-pasta llamada Valeria. Confirmo aquí otro de los mitos: las búlgaras son mujeres realmente guapas e imponentes. No es nada difícil cruzarse con chicas de este calibre en cualquier ciudad o pueblo a lo largo y ancho del país. Quizá la razón sea lo que comprobé una vez me instalé en Gorna Oryahovitsa: y es que, el número de mujeres (niñas, adolescentes, ancianas,...) es brutalmente mayor que el número de hombres. Están por todos los lados: en el colegio, en las barras de los bares, barriendo las calles, paseando a sus bebés, mendigando,...

Los siguientes mitos de los que voy a escribir son acerca del clima y de lo barato que es vivir en éste país... Quizá debo esperar a que pasen uno o dos meses y lleguen las duras nevadas de invierno, porque ahora mismo diría que el clima de Bulgaria es mucho más apacible que el de las últimas ciudades españolas que pisé los días antes de llegar aquí. Vamos, que desmitificaría el típico comentario de “¡no veas el frío que tiene que hacer en Bulgaria!”. En Gorna Oryahovitsa te puedes, incluso, asar de calor durante el día. Mientras que por la noche y por las mañanas hace bastante pelete (pero es algo totalmente soportable). ¡Ah!, y todavía no he visto ni una sola gota de lluvia.


Por otro lado (y a la espera de que las asociaciones de envío y de acogida me reembolsen algunos pagos que he realizado) el dinero búlgaro se me está volando de la cartera. Es cierto que algunas cosas son verdaderamente baratas -como el transporte público- pero otras aún me duelen en el bolsillo -como las más de 10LEV (unos 5EUR) que me costaron dos chuminadas que compré para limpiar mi piso-. También confirmé que la cerveza vale 35 céntimos de EUR... pero en el supermercado. En los bares te puede salir por 80 céntimos (eso sí, tu Sr Medio Litro de Birra en botella o en jarra). Mención aparte merecen las 25LEV (unos 12EUR) que me ha costado liberalizar el móvil. Para rematar la faena, han perdido mi tarjeta SIM española, y, sin ánimo de tirar de prejuicios, he estado unos días acojonao pensando en esa mafia búlgara falsificatarjetas. Pero hoy mismo me han confirmado que la han encontrado por ahí extraviada... That’s no problem!



Gorna Oryahovitsa es todo lo decadente que podáis imaginar de un país del Este de Europa. Es una ciudad fría y gris que parece haber sido abandonada a su suerte. Es normal ver aceras levantadas (si es que hay aceras) o farolas que no funcionan. Sin embargo, a los autóctonos ésto no parece importarles demasiado: cuando el primer día me acompañaron al piso, el marido de la presidenta de la asociación sacó una linterna de la chaqueta una vez llegamos a mi lúgubre calle y, con toda la naturalidad del mundo, nos fue alumbrando el camino hasta llegar al portal. Esto ocurre en nuestro país y “me-cago-en-la-puta-madre-que-parió-al-ayuntamiento” es lo más suave que hubiera salido de la boca del españolito de turno.


El mantenimiento de los edificios brilla por su ausencia (las escaleras de mi bloque apestan a humedad por todos lados) y, en general, las calles de G. Oryahovitsa contrastan unas con otras: desde acogedoras placitas a edificios medio abandonados, desde bloques de doce plantas hasta casas de campo en mitad del casco urbano, desde modernos bares y restaurantes hasta las típicas tiendas de barrio,...


En lo que a la gente se refiere, combinan una actitud puramente europea con un carácter cuasi mediterráneo. Por un lado, son extremadamente puntuales y muy atentos en su trabajo. Mientras que por otro, les encantan las largas charlas en los bares donde, cerveza en mano, se pasan horas y horas. Como buen país de origen no-capitalista, la asociación en la que estoy no aprovecha la subvención del Estado como un ingreso más mientras tienen aburridos a los becarios en una esquina de la oficina. Para nada. Nos dan todas las responsabilidades que queramos tomar y más, siempre y cuando sean para el bien del pueblo: para su desarrollo social y cultural, para la formación de sus camaradas... Mis dos compañeras voluntarias (Anna y Marga, ambas de Polonia) están participando activamente en los talleres de teatro. Anna, además, está aprovechando su alto nivel de búlgaro para hacer tareas administrativas. En la parte que me toca, la asociación ha considerado casi un lujo poder contar con un nativo español para que les dé clases del idioma (si, habéis leído bien: YO DANDO CLASES). Así, éste sábado me estrenaré sobre la tarima antes los chavales de 14 años. Mientras tanto estoy esperando a que los maestros y maestras del colegio en el que trabaja mi asociación se vayan animando a asistir a mis futuras clases de español para formadores. Vamos, que aquí me siento hasta importante :D



Llevo pocos días en éstas tierras, pero ya voy notando la recuperación de mi inglés perdido. Por otro lado, doy los buenos días y las buenas noches en búlgaro y, a veces, hasta pido un café con leche. Eso sí, lo hago con la cabeza erguida y apretando el cuello para no moverla un solo centímetro... porque, ¿quién dijo que el lenguaje de los signos es internacional?



viernes, 18 de septiembre de 2009

ABRO LA PRIMERA PÁGINA


Abro la primera página de mi Diario Búlgaro. Estoy en Córdoba (escala obligada por la Asociación que me gestiona la beca) donde el lunes cogeré el AVE a Madrid, y de allí a Sofía. Esta última semana he seguido documentándome: he estudiado algo del idioma, he buscado grupos de rock búlgaros y me he tragado en Youtube un programa de "Aragoneses por el mundo. Hoy: Bulgaria".

Si. Aragoneses. Porque andaluces, por lo pronto, parece que no hay (o no los suficientes como para llenar un programa). No debe estilarse que los sureños viajemos al Este, pero sin embargo sí que vemos a búlgaros instalados en Andalucía (Oriental). Prueba de ello es esta foto que me hice en la Avenida Nicolás Salmerón de El Ejido (no, no es la Calle Vitosha de Sofía). El otro día por fin entré a ésta tienda. Pregunté por productos típicos de Bulgaria y la chica me señaló a una estantería repleta de botes de comida precocinada. Al final me decanté por las salsas: de tomate, de pimiento, de berenjena,... ¿Y éstos son productos típicos de Bulgaria? ¿Es que también tenéis invernaderos? :P

Los Tortellini con salsa de tomate y champiñones no quedaron nada mal. Pero el verdadero 'sabor búlgaro' lo empezaré a descubrir el lunes a las 19:15 h (una hora más en Sofía). Seguiré informando :)